Van Gogh inmortalizó la siesta de la Francia rural de finales del siglo
XIX ( La mediriana o la siesta,
1889-1890), mientras el compositor francés, Claude Debussy, la perpetuó con los
sueños de amor de un fauno que descansa en la ladera del volcán Etna tras
perseguir hermosas ninfas (Preludio a la
siesta de un fauno, 1894).
Sea en las artes o en la cotidianeidad, la siesta representa un sereno
paréntesis a mitad de la jornada, en el cual uno se da la oportunidad de dormir
unos minutos para recobrar energías y presentarse al mundo fresco y renovado.
La ciencia considera que esta tregua laboral es una sana costumbre cuyos
beneficios van mucho más allá de lo evidente.
La siesta ayuda a reducir los niveles de estrés y problemas cardiacos,
renueva la productividad, estamos más alertas, aumentan los niveles de
comunicación, mejora la lucidez mental y nos hace más creativos. Además, por
supuesto, que estaremos de mejor humor.
Aunque las investigaciones sobre el sueño aún tienen un largo camino por
recorrer, Pierre Manquet, investigador de la Universidad de Lieja, en sus
diversas publicaciones, sostiene que el sueño ayuda a procesar nuestras
emociones e ideas. De igual forma, la Dra. Sara Mednick de la Universidad de
California, expone en su reciente investigación que el acto de soñar estimula
la creatividad y nos puede hacer más inteligentes debido a la estimulación de
ondas cerebrales delta, que corresponden al fortalecimiento del sistema
inmunitario y la concentración profunda. Su experimento consistió en
comparar por medio de analogías de palabras el rendimiento creativo y de
memoria de un grupo (A) de personas tras haber tomado una siesta que llegara a
la fase MOR (Movimientos Oculares Rápidos), con otro grupo (B) cuyos
integrantes no conciliaron el sueño. ¿Los resultados? El grupo A mejoró en un 40% su rendimiento con respecto
al grupo B. La fase MOR permite que la memoria relacione un solo concepto con
una variedad de contextos, lo cual hace que combinemos nuestras ideas de una
forma más novedosa.
No olvidemos que en los adultos la siesta puede fungir como un generador
de ideas, para los niños el sueño es un acto fundamental para el desarrollo físico
y mental.
Lamentablemente, la práctica de este reposo vespertino
ha disminuido. La vida acelerada de las grandes ciudades permite cada vez menos
que las personas puedan tomar un momento para refrescar el cuerpo y la mente.
De acuerdo a estudios estadísticos de la Fundación Nacional del Sueño de los Estados
Unidos, en un día laboral común, el 56% de las personas presenta somnolencia,
lo cual genera baja productividad y aumento de riesgos en zonas de
trabajo.
En la cama, en el sofá o incluso debajo de un árbol,
tomar una siesta ayuda a mejorar la calidad de vida. Una hora o treinta minutos
son más que suficientes para gozar de sus múltiples beneficios. Abusar del
tiempo puede causar insomnio, y en casos más graves, trastornos del sueño.
Leonardo Da Vinci, León Tolstoi, Thomas Edison, por
mencionar algunos, tomaban siestas, e incluso, se dice que Johannes Brahms se
recostaba sobre su piano. Así que ¡venga la siesta!
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