Por: Violeta Ese
Dicen
que la primera impresión es lo que cuenta y no hay momento más angustiante para
algunos caballeros y gratificante para otros que, cuando la chica con quien
planean intimar por primera vez, realiza un escaneo de arriba hacia abajo. Algunas con
sutileza detienen la mirada en esa parte media, otras, simplemente no controlan
su expresión. Si aún no te queda clara de qué parte media hablamos, aquí la
respuesta: el pene.
Los hay anchos, delgados, largos, cortos, enterrados, con o sin prepucio, rosaditos, morenos y oscuros. Sin importar sus características, este músculo es la identificación por excelencia del “ser hombre”, por lo que es signo, para sus portadores, de virilidad, fuerza, potencia y, por supuesto, placer. No hay hombre que no quiera hacer cantar una opereta a su pareja durante la actividad sexual, trofeo por el buen uso de su herramienta. Sí, esa herramienta cuyo tamaño y grosor es la obsesión para casi todos hombres del planeta.
Las mujeres tomamos una postura compasiva ante aquel macho que se siente defraudado por ese rincón viril al que le ponen nombre y hasta personalidad. ¡Algunos incluso hablan con él! Sin importar las palabras féminas de consuelo, la inseguridad y el nerviosismo pueden hacer que el pequeño “Killer” pierda ánimos y empiece a cabecear. Y es que no hay palabras que ayuden, pues aunque se repita mil veces que “el tamaño no importa”, también es cierto que del “dicho al hecho hay mucho trecho”.
La realidad es que el tamaño del pene no importa sólo si nos tomamos el tiempo para reflexionarlo, ya que buscamos, nosotras, compensarlo con el desempeño, entusiasmo o utilería. Pero a golpe de ojo, un pene protuberante siempre le dará un atractivo extra a su portador. Que lo sepa usar es otra cosa.
De acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de Canberra en Australia, un pene grande siempre dará puntos a favor en la selección instintiva de pareja de una mujer. Un total de 53 siluetas masculinas fueron proyectadas a 105 mujeres de edad promedio de 26 años; se les pidió que calificaran del 1 al 7 a cada uno de los cuerpos según su atractivo y dio la casualidad de que aquellos cuerpos con puntajes más altos tenían un pene notable. Claro está que también fueron evidentes ciertos comunes denominadores como una alta estatura, espalda ancha y cintura angosta.
Biológicamente un genital grande tiene más posibilidades de concebir. Entre los primates, una hembra se reproduce con diferentes machos y sólo aquel esperma predominante será el afortunado en fertilizar el óvulo, por lo tanto, mientras mayor capacidad de albergue tenga en los testículos mayor será la expulsión de semen. El hombre tiene los testículos más pequeños entre los primates, sin embargo, no se ve envuelto en ese embrollo de “competición espermática”.
El ser humano posee el pene más grande proporcionalmente entre los primates, además, tiene un aditamento especial que le permite expulsar de la mujer el semen ajeno en un 95% y funciona como un jalador-limpiador: el glande. Durante la relación sexual, el pene se encarga de limpiar la zona para garantizar que sólo sus espermatozoides tengan acceso al óvulo. En esta situación, mientras más ancho y largo, mejor se hará la limpieza.
Visiblemente, siempre se nos harán más atractivos unos genitales más grandes de lo que estamos acostumbradas a ver, pero sin llegar a la exageración, un órgano masculino demasiado grande puede ser intimidante e incluso infundir miedo a la receptora.
Más allá de que “el amor entre por los ojos”, realmente no existe un tamaño ideal, depende de cada mujer. Habrá quienes los prefieren cortos pero anchos, o quienes no les importe que sea como un fideo pero que sea largo. Al final de cuentas y sin dar tantos rodeos, para las mujeres el sexo no sólo es físico, también es mental y omitimos ciertas cosas si el hombre sabe compensarlas con otras.
Nota: Las presentes imágenes se obtuvieron de la
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