miércoles, 26 de junio de 2013

El síndrome del impostor



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Por: Acuaria Fischer
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1.     La gran mayoría de las veces siento que mi éxito depende de la suerte y no de mi talento.

2.     Me cuesta trabajo aceptar los elogios recibidos.

3.     Por más que me prepare siempre me falta información.

4.     Aunque no lo demuestro, dudo de mí todo el tiempo. En ocasiones, presento crisis de ansiedad.

5.     Me sorprende que mis jefes confíen en mí si soy un incompetente.

6.     Creo que la gente me sobrevalora. En realidad soy un fiasco.

Si contestaste a más de cuatro preguntas de forma afirmativa, seguro tienes el síndrome del impostor. Este término se acuñó en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzzane Imes y lo definen como la incapacidad de aceptar los logros debido a que quien lo padece “cree” que es un fraude y que en cierto momento lo atraparán y lo pondrán en evidencia ante todos.

Este síndrome, que no es propiamente una enfermedad mental, sí presenta algunos características muy propias de sus portadores, por ejemplo; suelen ser personas muy inteligentes, perfeccionistas, con trabajos orientados a la constante toma de decisiones. Su nivel de exigencia es alto y viven en constante estrés o ansiedad derivado de que creen que todo lo que hacen bien en realidad no lo está.

Su temor más grande es ser señalado como incompetentes, cuando en realidad, sus colegas tienden a referirse a ellos como grandes promesas o talentos invaluables. Lo cierto es que el “impostor” vive con una disonancia entre la imagen que tiene de sí mismo y lo que ven quienes lo rodean.

El 70% de la población ha padecido alguna vez este síndrome y es normal dudar de uno mismo de vez en vez, pero es el 40% de la población profesional que duda constantemente de sus habilidades. Este síndrome ataca particularmente a las mujeres debido a un estilo de vida cada vez más agitado que les exige ser multifuncionales.

Si bien es cierto que no es catalogado como un problema fuerte, quien lo padece tiene que trabajar en sí mismo para no aferrarse a su falsa imagen.

Aquí algunos tips:

·       Reconoce que haces bien tu trabajo y que equivocarse es de humanos. Todos lo hacemos y dudamos alguna vez de nosotros mismos.
·       Acepta los elogios. Deja de pensar en los errores chiquitos que nadie notó y que todo el mundo comete.
·       Sustituye pensamientos; no te dejes llevar por tus propias autocríticas.
·       Relájate; cambia de ambiente cada vez que sientas que tu trabajo no está bien y que serás encarcelado por no hacerlo mejor.

Es bueno saber que este síndrome se genera durante la infancia y tiene su clímax en la edad adulta. Se destapa debido a que de niños no se recibió el suficiente estímulo sobre algún talento intelectual o manual, o, en su caso, siempre que el pequeño presentaba algo a sus papás o maestros, el tutor en lugar de felicitarlo, lo corregía de manera autoritaria.

Ahora ya lo sabes. No más síndrome del impostor. Estás donde estás porque lo mereces. Ha sido tu esfuerzo y tu talento quien te tiene en la posición donde estás. Sí, es un halago, tómalo y disfrútalo, no dejes que tu cerebro empiece a decirte lo contrario.

Nota: Las presentes imágenes se obtuvieron de la red. Si el autor de algunas de éstas fotografías está en desacuerdo con el uso que provee en el blog, favor de anunciar su petición para ser removidas de inmediato. Enviar solicitud a melissa.limon@interpress.mx

miércoles, 19 de junio de 2013

Hombres, el tamaño sí importa

 

Por: Violeta Ese

Dicen que la primera impresión es lo que cuenta y no hay momento más angustiante para algunos caballeros y gratificante para otros que, cuando la chica con quien planean intimar por primera vez, realiza un escaneo de arriba hacia abajo. Algunas con sutileza detienen la mirada en esa parte media, otras, simplemente no controlan su expresión. Si aún no te queda clara de qué parte media hablamos, aquí la respuesta: el pene.

Los hay anchos, delgados, largos, cortos, enterrados, con o sin prepucio, rosaditos, morenos y oscuros. Sin importar sus características, este músculo es la identificación por excelencia del “ser hombre”, por lo que es signo, para sus portadores, de virilidad, fuerza, potencia y, por supuesto, placer. No hay hombre que no quiera hacer cantar una opereta a su pareja durante la actividad sexual, trofeo por el buen uso de su herramienta. Sí, esa herramienta cuyo tamaño y grosor es la obsesión para casi todos hombres del planeta.

Las mujeres tomamos una postura compasiva ante aquel macho que se siente defraudado por ese rincón viril al que le ponen nombre y hasta personalidad. ¡Algunos incluso hablan con él! Sin importar las palabras féminas de consuelo, la inseguridad y el nerviosismo pueden hacer que el pequeño “Killer” pierda ánimos y empiece a cabecear. Y es que no hay palabras que ayuden, pues aunque se repita mil veces que “el tamaño no importa”, también es cierto que del “dicho al hecho hay mucho trecho”.

La realidad es que el tamaño del pene no importa sólo si nos tomamos el tiempo para reflexionarlo, ya que buscamos, nosotras, compensarlo con el desempeño, entusiasmo o utilería. Pero a golpe de ojo, un pene protuberante siempre le dará un atractivo extra a su portador. Que lo sepa usar es otra cosa.

De acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de Canberra en Australia, un pene grande siempre dará puntos a favor en la selección instintiva de pareja de una mujer. Un total de 53 siluetas masculinas fueron proyectadas a 105 mujeres de edad promedio de 26 años; se les pidió que calificaran del 1 al 7 a cada uno de los cuerpos según su atractivo y dio la casualidad de que aquellos cuerpos con puntajes más altos tenían un pene notable. Claro está que también fueron evidentes ciertos comunes denominadores como una alta estatura, espalda ancha y cintura angosta. 

Biológicamente un genital grande tiene más posibilidades de concebir. Entre los primates, una hembra se reproduce con diferentes machos y sólo aquel esperma predominante será el afortunado en fertilizar el óvulo, por lo tanto, mientras mayor capacidad de albergue tenga en los testículos mayor será la expulsión de semen. El hombre tiene los testículos más pequeños entre los primates, sin embargo, no se ve envuelto en ese embrollo de “competición espermática”.

El ser humano posee el pene más grande proporcionalmente entre los primates, además, tiene un aditamento especial que le permite expulsar de la mujer el semen ajeno en un 95% y funciona como un jalador-limpiador: el glande. Durante la relación sexual, el pene se encarga de limpiar la zona para garantizar que sólo sus espermatozoides tengan acceso al óvulo. En esta situación, mientras más ancho y largo, mejor se hará la limpieza.

Visiblemente, siempre se nos harán más atractivos unos genitales más grandes de lo que estamos acostumbradas a ver, pero sin llegar a la exageración, un órgano masculino demasiado grande puede ser intimidante e incluso infundir miedo a la receptora.

Más allá de que “el amor entre por los ojos”, realmente no existe un tamaño ideal, depende de cada mujer. Habrá quienes los prefieren cortos pero anchos, o quienes no les importe que sea como un fideo pero que sea largo. Al final de cuentas y sin dar tantos rodeos, para las mujeres el sexo no sólo es físico, también es mental y omitimos ciertas cosas si el hombre sabe compensarlas con otras.

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miércoles, 12 de junio de 2013

¿Se te subió el muerto?

Por: Flor Khaleesi

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¿Alguna vez te has despertado a mitad de la noche con el cuerpo paralizado? Intentas exclamar una señal de auxilio, pero emitir sonido alguno se torna imposible; te invade la ansiedad seguida de la desesperación, la respiración es lenta y el pecho parece estar siendo oprimido, como si una fuerza superior te controlara.

Al llegar al trabajo, narras a tus colegas tu agonía nocturna de sentir que se te sube el muerto e intentas explicar todas las sensaciones y sentimientos experimentados. Entras en comunión con quien ya lo ha vivido, mientras que los demás escuchan con escepticismo o sorpresa lo que parece ser una experiencia paranormal.

Algunos cuentan que, en el lapso de la crisis, llegan a ver una sombra sobre su cuerpo, una especie de aura negra o la energía de un espíritu que ha invadido y paralizado al templo humano.

Los de mente racional argumentan que es solamente un mito y que esta sensación es el efecto provocado por la posición en que se encuentra el cuerpo cuando se está dormido, e inclusive hay quienes aseguran que es el resultado de dormir con las manos sobre el pecho y oprimir el corazón, lo que dificulta la circulación de la sangre. Por otro lado, los de mente intuitiva defienden con uñas y dientes que una fuerza paranormal se acercó demasiado a ellos, muchas veces lo relacionan con algún reciente fallecimiento o un espíritu que no ha podido descansar y se encuentra aún en el plano terrenal.

Sin desestimar la creencia colectiva, es necesario prestar más atención a la frecuencia de este tipo de episodios porque, de presentarse de dos o tres veces por semana, lo puedes estar confundiendo con una afectación patológica llamada Parálisis del sueño.

Cuando dormimos, experimentamos dos tipos de sueño: el no REM que es un periodo de relajación y el REM (Rapid Eye Movement, “movimiento rápido de ojos), periodo en que se producen los sueños. La conjunción de ambos se denomina ciclo del sueño.

Durante el periodo REM, nuestro cerebro pasa por cuatro fases. En la primera, el sueño es ligero y podemos percibir ruidos y movimientos, también se producen imágenes extrañas o fantásticas, por lo que hay un leve movimiento ocular. El sueño es más profundo en la segunda fase, pero se tiene la capacidad de despertar fácilmente y no se presenta movimiento ocular al igual que la tercera fase, donde el sueño es más profundo y hay una elevada amplitud de actividad delta en el cerebro. Es hasta la fase cuatro que el sueño es profundo y es difícil despertar.

En el estado REM se producen los sueños, hay mucha actividad ocular y desaparición del tono muscular. El cerebro está activo pero el cuerpo está inmovilizado, ya que el tronco muscular bloquea las neuronas motrices. Esto evita que tu cuerpo realice todos los movimientos que en el sueño estás realizando y los reduce a pequeños espasmos. Por ejemplo, si estás soñando que corres por un valle, la inmovilización producida por el estado REM evitará que te levantes de tu cama y corras hasta estamparte con algún muro de tu casa.

Es en este estado que se produce la parálisis del sueño. El cerebro tiene alta actividad cerebral y percibe una gran cantidad de información del entorno donde nos encontramos dando la impresión de que estamos despiertos, pero con el efecto inmovilizante en el cuerpo.

Hay hábitos que debemos tomar en cuenta para tener un buen ciclo del sueño y evitar este tipo de sucesos, entre ellos, tener horarios fijos de descanso, cenar ligero, no abusar del cigarro, alcohol y drogas además de mantener un peso adecuado.

La recomendación de los profesionales de la salud para salir de un episodio de parálisis del sueño es cerrar los ojos, relajarse, evitar entrar en crisis y concentrar los pensamientos en mover una parte de cuerpo. Cada fase tiene una duración específica, así que no te preocupes, tarde o temprano “el muerto” saldrá de ti.

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miércoles, 5 de junio de 2013

Mesa para uno


Por Violeta Ese
Comer solo tiene sus ventajas y desventajas. Ventajas; siempre pasas primero que los que esperan en grupo e incluso en pareja. Desventajas; mientras sigues al host te enfrentas al juicio silencioso de los que aún no han sido asignados. Quienes vienen en grupo te miran con resentimiento y los que vienen en pareja, con cierta compasión.
Una vez instalada en la mesa, lo que sigue es reconocer qué hay a tu alrededor y buscas, aunque no quieras, otro igual a ti que esté comiendo en soledad, lo más cercano es el chico que espera a la chica, esto lo sabes porque sólo ha pedido un café y revisa constantemente su celular. Además, su cara de pánico escénico lo delata. Se siente observado aunque nadie lo mire.
Llega la mesera quien te pregunta si te deja una carta, al contestar sí, de forma agresiva quita la manteleta y los cubiertos de enfrente. Lees el menú y haces la orden mientras amablemente dices no al paquete de comida que te incluye refresco y café “gratis”. Durante la espera y al no tener interlocutor, tienes dos opciones; una, ver a la gente que come acompañada o bien, seguir con tu lectura en caso de que seas lector asiduo, de lo contrario, el celular siempre funciona.
Todo va bien, has vencido a los que esperan en la recepción del restaurante, descubriste que no hay otro solitario y que de vez en vez, esas mesas con cuatro o más personas te miran mientras cucharean su sopa. Quizá se preguntan si esperas a otro ser humano, algunos descubren que no porque te vas primero que ellos, otros, se quedan con la duda.  
Eres un guerrero y así te sientes, por lo que es momento de disfrutar en tranquilidad tus alimentos, pero, en mis más de diez años de experiencia como comensal solitario, recientemente me pasó algo que, a quienes se los he contado, fue un buen acto, pero para mí y de seguro para quienes han vivido mi condición de comer solo con regularidad, les parecerá de mal gusto.
Mientras esperaba mi platillo y bebía mi tradicional naranjada mineral, la mesera, que al principio fue agresiva en su lenguaje corporal, me trae, acompañada de una sonrisa casi blanca, una malteada de fresa espumosa y fría. Ante mi asombro le contesto que yo no pedí dicha bebida, y ella, con un brillo especial en los ojos me responde, “cortesía de la casa, nena. Para que no te sientas solita”.
En ese momento ella mató mi adultez, mi independencia y mi fortaleza para exponerme sola a un mundo de hambrientos que gozan comer en compañía. Todo se perdió, guardé mi libro y bebí de la malteada mientras ella se queda frente a mí, como una madre que le ha concedido el mejor regalo a su pequeño hijo enfermo.
A partir de ahora, mi comida, ese momento íntimo que tengo conmigo misma, se ve perturbada por su constante presencia que pregunta sí todo está bien. ¿Cómo explicarle que no necesitaba, ni remotamente, de su caridad?
Lo que es un hecho, es que tendré que dejar más propina por atenciones no solicitadas y buscar otro restaurante, si regreso, la relación mesero comensal será incómoda, ella no sabrá cómo decirme que no puede obsequiarme otra malteada y yo no sabré cómo decirle que no me interesa.

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