Por: Acuaria Fischer
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1. La gran mayoría de las veces siento que mi
éxito depende de la suerte y no de mi talento.
2. Me cuesta trabajo aceptar los elogios
recibidos.
3. Por más que me prepare siempre me falta
información.
4. Aunque no lo demuestro, dudo de mí todo el
tiempo. En ocasiones, presento crisis de ansiedad.
5. Me sorprende que mis jefes confíen en mí
si soy un incompetente.
6. Creo que la gente me sobrevalora. En
realidad soy un fiasco.
Si contestaste a más de cuatro preguntas
de forma afirmativa, seguro tienes el síndrome del impostor. Este término se
acuñó en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzzane Imes y lo definen
como la incapacidad de aceptar los logros debido a que quien lo padece “cree”
que es un fraude y que en cierto momento lo atraparán y lo pondrán en evidencia
ante todos.
Este síndrome, que no es propiamente una
enfermedad mental, sí presenta algunos características muy propias de sus
portadores, por ejemplo; suelen ser personas muy inteligentes, perfeccionistas,
con trabajos orientados a la constante toma de decisiones. Su nivel de
exigencia es alto y viven en constante estrés o ansiedad derivado de que creen
que todo lo que hacen bien en realidad no lo está.
Su temor más grande es ser señalado como
incompetentes, cuando en realidad, sus colegas tienden a referirse a ellos como
grandes promesas o talentos invaluables. Lo cierto es que el “impostor” vive
con una disonancia entre la imagen que tiene de sí mismo y lo que ven quienes
lo rodean.
El 70% de la población ha padecido alguna
vez este síndrome y es normal dudar de uno mismo de vez en vez, pero es el 40%
de la población profesional que duda constantemente de sus habilidades. Este síndrome
ataca particularmente a las mujeres debido a un estilo de vida cada vez más
agitado que les exige ser multifuncionales.
Si bien es cierto que no es catalogado
como un problema fuerte, quien lo padece tiene que trabajar en sí mismo para no
aferrarse a su falsa imagen.
Aquí algunos tips:
· Reconoce que haces bien tu trabajo y que
equivocarse es de humanos. Todos lo hacemos y dudamos alguna vez de nosotros
mismos.
· Acepta los elogios. Deja de pensar en los
errores chiquitos que nadie notó y que todo el mundo comete.
· Sustituye pensamientos; no te dejes llevar
por tus propias autocríticas.
· Relájate; cambia de ambiente cada vez que
sientas que tu trabajo no está bien y que serás encarcelado por no hacerlo
mejor.
Es bueno saber que este síndrome se genera
durante la infancia y tiene su clímax en la edad adulta. Se destapa debido a
que de niños no se recibió el suficiente estímulo sobre algún talento
intelectual o manual, o, en su caso, siempre que el pequeño presentaba algo a
sus papás o maestros, el tutor en lugar de felicitarlo, lo corregía de manera
autoritaria.
Ahora ya lo sabes. No más síndrome del
impostor. Estás donde estás porque lo mereces. Ha sido tu esfuerzo y tu talento
quien te tiene en la posición donde estás. Sí, es un halago, tómalo y disfrútalo,
no dejes que tu cerebro empiece a decirte lo contrario.
Nota: Las presentes
imágenes se obtuvieron de la red. Si el autor de algunas de éstas fotografías
está en desacuerdo con el uso que provee en el blog, favor de anunciar su
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