miércoles, 14 de agosto de 2013

Orejas; el otro sexo femenino

 
 
Por: Acuaria Fischer


Pintamos el rostro, arreglamos el cabello y nos miramos de arriba a abajo frente al espejo antes de salir y mostrar nuestra imagen al mundo. Somos “pacientes” al escoger el calzado y los accesorios y es ahí, en los accesorios, cuando brindamos una minúscula atención a nuestras orejas.

Las orejas femeninas difícilmente han sido del todo reconocidas en la anatomía amatoria; los hombres aprecian las curvas, los ojos y hasta la piel, pero rara vez se escuchará a alguno decir: -¡Qué mujer! Tiene las orejas más hermosas-. Las pobres orejas, si reciben algún tipo de atención de su portadora, será para mutilarlas (hacerlas más chicas) o perforarlas y de paso, esconderlas debajo del cabello. Ninguna mujer recoge su melena para presumir exclusivamente sus orejas.

Es cierto que las curvas, como las caderas, la cintura y los senos tienen un propósito erótico. La mirada y las mejillas una intención psicológica. La nariz proyecta carácter. La boca, la sugestión de lo que hay más abajo y así nos podemos ir con cada parte del cuerpo, pero, si lo pensamos, las orejas quedan excluidas, pareciera que su único propósito es escuchar. Estudios recientes del comportamiento sexual revelaron que las orejas no sólo están para oír, durante la excitación, los lóbulos se hinchan y se llenan de sangre, lo que las hace en extremo sensibles al tacto y al gusto.

Algunas mujeres afirman que el clítoris está en las orejas, según la metáfora, se daba la interpretación de que todo acto sexual inicia con palabras "dulces", pero con los datos revelados recientemente y aportaciones de Alfred Kinsey, uno de los pioneros del estudio sexual humano, este tropo retórico podría tener otro significado; pues chupar, besar, incluso morder los lóbulos durante las relaciones sexuales puede desencadenar en orgasmo.

La mujer ha sido objeto de símbolos en el transcurso de la historia, y sus orejas han participado en múltiples interpretaciones, por ejemplo, al tener un “hoyuelo” en su centro inevitablemente ha sido comparado con los genitales femeninos, por ello, en algunas culturas, la mutilación de las orejas sustituía la ablación de la mujer.

En el antiguo Egipto, la mujer adúltera era castigada cortándole las orejas con un cuchillo afilado, mientras que en tribus africanas, una mujer llevará largos pendientes para mostrar a su sociedad que es una mujer casada y por ende respetable, cuando el marido muera, hasta ese entonces podrá quitarse los accesorios, que incluso llegan a pesar un kilo cada uno. La mitología habla también de las orejas, se dice que Karna, hijo del dios hindú del Sol, Surya, nació de este órgano. Buda también nació de la oreja de su madre, manteniéndose virgen durante su concepción. ¿Será similar con la Virgen María?

Otra representación que tienen las orejas es que en ellas se puede leer la sabiduría. Un hombre, leyeron bien, mas no la mujer, con lóbulos largos, tiene un conocimiento ancestral. ¿Ya vieron las orejas de Buda? 

En la modernidad occidental, las orejas han sido objetivo de perforaciones sin control y su sensibilidad como un órgano que también puede recibir placer ha quedado prácticamente en el olvido.

Quítense los pendientes y díganle a su pareja que les dé un rico masaje de orejas, en una de esas y encuentran sensaciones que quizá no conocían.

Nota: Las presentes imágenes se obtuvieron de la red. Si el autor de algunas de éstas fotografías está en desacuerdo con el uso que provee en el blog, favor de anunciar su petición para ser removidas de inmediato. Enviar solicitud a melissa.limon@interpress.mx

miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Se te salió un pum?

 
Por: Flor Khaleesi


 
Todos, sin excepción, compartimos algo en común; aguantar con la mayor de nuestras fuerzas la salida de una siempre inoportuna “ventosidad”. A pesar de producir mucha pena, también genera redención. Si perteneces al mundo de los mortales, seguramente has vivido esta relación de sentimientos encontrados.

La flatulencia no respeta sexo ni edad, ni siquiera situación social, simplemente hace acto de aparición y, muchas veces, orgulloso de su labor, se presenta sonora y olfativamente.

Por extraño que parezca, para algunos, es un manjar oler un “gasecito” propio, es decir, un encuentro con su ser interior. Para otros, un acto reprobatorio y poco “civilizado”. Pero, ¿acaso estamos condenados a sufrir día a día la peor de las presiones, la presión intestinal?

La respuesta es sí. Los gases intestinales se producen básicamente por dos razones. La primera se debe a que al tragar saliva, comer y beber ingerimos aire. La segunda corresponde a los gases que se producen por el tipo de alimento que consumimos en combinación con los fluidos y bacterias intestinales.

Las bacterias intestinales, al ponerse en contacto con algunos alimentos que pasan por el estómago sin digerir, como azúcares y almidones, generan una gran cantidad de gases que quedan atrapados en nuestros intestinos.

Productos derivados de la leche, toda la gama de productos light, golosinas y bebidas azucaradas; algunas verduras como las papas, coliflor, habichuelas, cebolla y el brócoli. También las frutas producen flatulencias, entre ellas se encuentran las manzanas, peras, ciruelas pasas y duraznos. Productos ricos en almidón como panes, cereales y pastas no escapan de la lista. Podrás notar que prácticamente cualquier alimento produce esta mortal combinación de nitrógeno, dióxido de carbono, hidrógeno y metano.

Los frijoles y alimentos compuestos por avena (como galletas y salvado de avena) son los mayores generadores de gas.

Si bien cada humano produce en promedio 20 flatus diarios, no todos son tan notorios. Los alimentos ricos en azufre (el olor del infierno) serán actores principales en caracterizar el olor del, sí, digamos su nombre sin ninguna elegancia, el pedo.

El frijol es bien conocido por sus efectos gaseosos, pero no siempre genera olor. La cebolla, coliflor y el huevo son algunos de los responsables de poner nuestros sentidos a tono y detectar un “gas” aunque sea expulsado discretamente.

Si alguna vez te has aguantado la liberación de un “pum” y cuando hay oportunidad de hacerlo ya no está, no es cuestión de magia, no ha desaparecido ni salió sigilosamente sin tu permiso, simplemente regresó al intestino y buscará la ocasión perfecta para salir.

Muy sabio el dicho “mejor afuera que adentro”, el liberar un aire intestinal es todo un arte que se aprende por experiencia propia. Por salud, siempre hay que dejarlo libre. Lo ideal es practicar en solitario y en la intimidad del hogar.

Nota: Las presentes imágenes se obtuvieron de la red. Si el autor de algunas de éstas fotografías está en desacuerdo con el uso que provee en el blog, favor de anunciar su petición para ser removidas de inmediato. Enviar solicitud a melissa.limon@interpress.mx