miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Se te salió un pum?

 
Por: Flor Khaleesi


 
Todos, sin excepción, compartimos algo en común; aguantar con la mayor de nuestras fuerzas la salida de una siempre inoportuna “ventosidad”. A pesar de producir mucha pena, también genera redención. Si perteneces al mundo de los mortales, seguramente has vivido esta relación de sentimientos encontrados.

La flatulencia no respeta sexo ni edad, ni siquiera situación social, simplemente hace acto de aparición y, muchas veces, orgulloso de su labor, se presenta sonora y olfativamente.

Por extraño que parezca, para algunos, es un manjar oler un “gasecito” propio, es decir, un encuentro con su ser interior. Para otros, un acto reprobatorio y poco “civilizado”. Pero, ¿acaso estamos condenados a sufrir día a día la peor de las presiones, la presión intestinal?

La respuesta es sí. Los gases intestinales se producen básicamente por dos razones. La primera se debe a que al tragar saliva, comer y beber ingerimos aire. La segunda corresponde a los gases que se producen por el tipo de alimento que consumimos en combinación con los fluidos y bacterias intestinales.

Las bacterias intestinales, al ponerse en contacto con algunos alimentos que pasan por el estómago sin digerir, como azúcares y almidones, generan una gran cantidad de gases que quedan atrapados en nuestros intestinos.

Productos derivados de la leche, toda la gama de productos light, golosinas y bebidas azucaradas; algunas verduras como las papas, coliflor, habichuelas, cebolla y el brócoli. También las frutas producen flatulencias, entre ellas se encuentran las manzanas, peras, ciruelas pasas y duraznos. Productos ricos en almidón como panes, cereales y pastas no escapan de la lista. Podrás notar que prácticamente cualquier alimento produce esta mortal combinación de nitrógeno, dióxido de carbono, hidrógeno y metano.

Los frijoles y alimentos compuestos por avena (como galletas y salvado de avena) son los mayores generadores de gas.

Si bien cada humano produce en promedio 20 flatus diarios, no todos son tan notorios. Los alimentos ricos en azufre (el olor del infierno) serán actores principales en caracterizar el olor del, sí, digamos su nombre sin ninguna elegancia, el pedo.

El frijol es bien conocido por sus efectos gaseosos, pero no siempre genera olor. La cebolla, coliflor y el huevo son algunos de los responsables de poner nuestros sentidos a tono y detectar un “gas” aunque sea expulsado discretamente.

Si alguna vez te has aguantado la liberación de un “pum” y cuando hay oportunidad de hacerlo ya no está, no es cuestión de magia, no ha desaparecido ni salió sigilosamente sin tu permiso, simplemente regresó al intestino y buscará la ocasión perfecta para salir.

Muy sabio el dicho “mejor afuera que adentro”, el liberar un aire intestinal es todo un arte que se aprende por experiencia propia. Por salud, siempre hay que dejarlo libre. Lo ideal es practicar en solitario y en la intimidad del hogar.

Nota: Las presentes imágenes se obtuvieron de la red. Si el autor de algunas de éstas fotografías está en desacuerdo con el uso que provee en el blog, favor de anunciar su petición para ser removidas de inmediato. Enviar solicitud a melissa.limon@interpress.mx


 

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