Por: Flor Khaleesi
Todos, sin
excepción, compartimos algo en común; aguantar con la mayor de nuestras fuerzas
la salida de una siempre inoportuna “ventosidad”. A pesar de producir mucha
pena, también genera redención. Si
perteneces al mundo de los mortales, seguramente has vivido esta relación de
sentimientos encontrados.
La flatulencia no
respeta sexo ni edad, ni siquiera situación social, simplemente hace acto de
aparición y, muchas veces, orgulloso de su labor, se presenta sonora y
olfativamente.
Por extraño que
parezca, para algunos, es un manjar oler un “gasecito” propio, es decir, un
encuentro con su ser interior. Para otros, un acto reprobatorio y poco
“civilizado”. Pero, ¿acaso estamos condenados a sufrir día a día la peor de las
presiones, la presión intestinal?
La respuesta es
sí. Los gases intestinales se producen básicamente por dos razones. La primera
se debe a que al tragar saliva, comer y beber ingerimos aire. La
segunda corresponde a los gases que se producen por el tipo de alimento que
consumimos en combinación con los fluidos y bacterias intestinales.
Las bacterias
intestinales, al ponerse en contacto con algunos alimentos que pasan por el
estómago sin digerir, como azúcares y almidones, generan una gran cantidad de
gases que quedan atrapados en nuestros intestinos.
Productos
derivados de la leche, toda la gama de productos light, golosinas y bebidas
azucaradas; algunas verduras como las papas, coliflor, habichuelas, cebolla y
el brócoli. También las frutas producen flatulencias, entre ellas se encuentran
las manzanas, peras, ciruelas pasas y duraznos. Productos ricos en almidón como
panes, cereales y pastas no escapan de la lista. Podrás notar que prácticamente
cualquier alimento produce esta mortal combinación de nitrógeno, dióxido de
carbono, hidrógeno y metano.
Los frijoles y
alimentos compuestos por avena (como galletas y salvado de avena) son los
mayores generadores de gas.
Si bien cada
humano produce en promedio 20 flatus
diarios, no todos son tan notorios. Los alimentos ricos en azufre (el olor del
infierno) serán actores principales en caracterizar el olor del, sí, digamos
su nombre sin ninguna elegancia, el pedo.
El frijol es bien
conocido por sus efectos gaseosos, pero no siempre genera olor. La cebolla,
coliflor y el huevo son algunos de los responsables de poner nuestros sentidos
a tono y detectar un “gas” aunque sea expulsado discretamente.
Si alguna vez te
has aguantado la liberación de un “pum” y cuando hay oportunidad de hacerlo ya
no está, no es cuestión de magia, no ha desaparecido ni salió sigilosamente sin
tu permiso, simplemente regresó al intestino y buscará la ocasión perfecta para salir.
Muy sabio el dicho
“mejor afuera que adentro”, el liberar un aire intestinal es todo un arte que
se aprende por experiencia propia. Por salud, siempre hay que dejarlo libre. Lo ideal es practicar en solitario y en la intimidad del hogar.
Nota: Las presentes imágenes se
obtuvieron de la red. Si el autor de algunas de éstas fotografías está en
desacuerdo con el uso que provee en el blog, favor de anunciar su petición para
ser removidas de inmediato. Enviar solicitud a melissa.limon@interpress.mx
¿y por qué se salen cuando te asustan o cuando ríes?
ResponderBorrarPor el esfuerzo Kaede jejeje
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