En el mosaico pluriétnico de México, la herencia de
la población negra, cuya trascendencia cultural e histórica ha sido relegada
socialmente, conforma lo que hoy en día se conoce como nuestra “tercera raíz”,
después de la indígena y europea.
A México llegaron durante el periodo virreinal
alrededor de 250 000 personas esclavizadas de la costa este del continente
africano, los cuales eran destinados al servicio doméstico y a las labores
productivas, especialmente en las costas, ya que se creía que los negros
poseían una adaptación biológico-climática adecuada para el ambiente tropical.
El 66% de la población negra traída a nuestro continente eran hombres, y tan
sólo el 3% conformaba la población femenina, sin embargo, éstas fueron las que
se encargaron de transmitir los elementos de las diferentes culturas africanas
a través de juegos, cantos y comida, ya que fungían como nanas, nodrizas,
mucamas, concubinas y cocineras. Esto y más contribuyó a integrar a los negros
en el núcleo familiar novohispano.
Se estima que actualmente habitan 400 000 personas
afrodescendientes; la población negra fluctúa entre el 2% y el 9% de la
población total en México, porcentajes claramente perceptibles en la costa de
Michoacán hasta Chiapas, en el Golfo de México desde Veracruz a Campeche, y en
los estados de Quintana Roo y Coahuila.
Elementos de esta tercera raíz, como los rasgos físicos,
la música y las fiestas, los mitos y los ritos mágico-religiosos junto con la
organización social, etc., tienen un cruel trasfondo histórico en el cual la
discriminación y la exclusión asumen el papel protagónico que se mantiene aún
hoy en día.
La identidad afro
persiste, aunque no de una manera positiva a causa de la negación e
ignorancia de la trascendencia negra y a la discriminación en México. Sin
embargo, el Estado ha suscrito y
ratificado la mayor parte de los instrumentos internacionales de derechos
humanos mediante los cuales se obliga a proteger, respetar, promover y asegurar
estos derechos a todas las personas que se encuentren dentro del territorio
mexicano, sin distinción alguna de sexo, raza, color, idioma, religión o
cualquier otra condición.
Tales instrumentos son el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención Internacional sobre
la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
etc.
Por otro lado, la ONU nombró al 2011 como el Año
Internacional del Afrodescendiente y, en el caso particular de México, se creó
el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) y el Movimiento
Nacional por la Diversidad Cultural de México, espacio cuyo propósito es
fomentar el reconocimiento de cada individuo, comunidad, y pueblo que integran
al país. En conjunto, ambas instancias se dedican a realizar actividades para
la difusión entre el grueso de la población sobre la importancia histórica,
económica y social del pueblo negro en nuestro país.
Bien es cierto que día con día la difusión por
parte del gobierno u ONG’s sobre la historia e importancia social de estos
pueblos ha ido aumentando por medio de la realización de coloquios de
africanías, conferencias, encuentros internacionales, reformas al marco legal
mexicano, etc., sin embargo, es una lucha constante contra la ignorancia, y los
prejuicios sobre las culturas africanas vinculadas con la pobreza, la guerra,
el atraso o las enfermedades; estereotipos que se reproducen constantemente a
través de los medios de comunicación masiva como la televisión, la radio y el
internet. Los prejuicios basados en lo “blanco” como sinónimo de belleza,
pureza, bondad, y riqueza se ven favorecidos por estos mismos medios provocando
un rechazo de lo “negro” en diferentes niveles de la sociedad.
La educación es esencial para lograr que en el país
se respeten las diferencias de cualquier condición, y de esta forma erradicar
la discriminación, y este cambio sólo se dará al modificar actitudes que desde
la escuela se reproducen y se fortalecen bajo figuras de bromas y
hostigamiento.
Es necesario incorporar en los
programas educativos la historia de los pueblos negros de México en los libros
de texto, en los museos, en los programas de televisión y radio, sin los
clásicos estereotipos y prejuicios, sólo así se dará a conocer la importancia y
participación de este grupo en la formación de la sociedad mexicana. Muy bien
lo dijo William Faulkner “Vivir en cualquier parte del mundo hoy y estar contra
la igualdad por motivo de raza o de color es como vivir en Alaska y estar
contra la nieve”.
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