Por: Romina Fusset
Los tacos callejeros son una tentación en la
que cualquier residente en México podría caer. Miramos con incertidumbre y resistencia al pequeño puesto de tacos por
el que frecuentemente pasamos camino a casa o al trabajo, pero eso sí, no
dejamos de parar la nariz para deleitarnos con el gustoso olor de lo que se
está cocinando en la parrilla.
Los taqueros invitan al peatón a comer sus tacos gritando “hay de bistec, longaniza, suadero, campechano, ¿qué le damos joven?”, sin embargo, no es la salubridad lo que nos impide pedir “cinco de suadero con todo”, sino el temible mito urbano de los tacos de perro, el mejor amigo del hombre.
En el imaginario de cualquier comensal taquero experimentado, existe una prueba fehaciente que indica que tal puesto de tacos esquinero no vende suaperro, guaguacoa o pirria: perro no come perro y si hay perros rondando el puesto de tacos significa que no hay problema. Notamos que un mito se soluciona con otro, pero, de ser cierta esta leyenda urbana que persigue a cada local de tacos, ¿cómo se identificaría un taco de perro?
Para esto es necesario poner en acción todos los sentidos para identificar un “taco de pastor alemán” y es primordial la ardua comparación entre taco y taco. Aunque la excesiva condimentación puede hacer parecer que todas las carnes sepan igual, siempre habrá diferencias de sabor, olor y consistencia.
Gracias a la gastronomía de Sur Corea, donde el perro es un platillo gourmet, fuente de energía y virilidad, es posible saber que la carne de perro es de sabor intenso, aroma penetrante y textura correosa, en pocas palabras, notaríamos la diferencia si los tacos fueran de perro.
Pobladores de la ciudad de Seúl, capital de Corea del Sur, indican que la carne de perro es deliciosa y no se puede comparar con la ternera o el cerdo. Aunque esto no quita el hecho de que tenga los mismos valores proteicos que la carne de res, cerdo o pollo y que contenga una elevada cantidad de ácidos grasos insaturados los cuales ayudan a prevenir las enfermedades coronarias y disminuir el nivel de colesterol, según afirma Moon Hyun-Kyeong, presidenta de la Asociación Coreana de Nutrición.
A pesar de sus buenas características nutricionales, en México, especialmente en las grandes urbes, no es socialmente aceptado el consumo de la carne de este animal; esto se debe a la cercanía en la convivencia entre el hombre y el cuadrúpedo. El perro es nuestro amigo, nuestra compañía y en regiones rurales es el guardián y el pastor, nunca el ganado.
Además de las diferencias sensoriales, la carne de perro no es redituable. Una taquería vende aproximadamente de 10 a 20 kg de carne al día y para generar un par de kilos de carne molida, es necesario más de un can, afirma el médico veterinario Luis Fernando Zepeda en el programa televisivo boliviano “Hola País”. De igual forma, el experto en salud canina indica que la musculatura del Gran danés, la raza canina más grande, apenas puede compararse con la musculatura de un ternero.
Siguiendo estos números, si la taquería de la colonia tratara de suministrarse con los recursos que están “a la mano”, con el tiempo sería notoria la desaparición de perros callejeros en por lo menos un par de kilómetros a la redonda.
Aunque bien es cierto que “corazón que no ve, corazón que no siente”, sin importar lo que estemos degustando, siempre es una buena regla echar un ojo a lo que estamos consumiendo antes de llevarlo a la boca.
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