Por: Romina Fusset
Aceptémoslo, todos tenemos parásitos intestinales. Existe vida reproduciéndose y alimentándose dentro de nosotros. La buena noticia es que hasta cierto punto es natural, siempre y cuando se mantenga un control sobre estos animalitos microscópicos unicelulares que se hospedan en nuestro organismo.
Tener lombrices y
amibas en nuestro sistema digestivo ya es algo desagradable, pero más
desagradable y preocupante es lo que terminan haciendo en nuestro cuerpo. Por
ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que cada persona, preferentemente
el núcleo familiar completo, se desparasite como mínimo dos veces al año y al
mismo tiempo.
En México, 7 de cada 10 personas alojan parásitos intestinales, siendo la segunda enfermedad
transmisible más frecuente.
Existen dos tipos
de parásitos intestinales que los seres humanos podemos hospedar: amibas o
protozoarios y lombrices o helmintos. De estos, la entamoeba histolytica
(amebiasis), giardia lamblia (gardiasis), hymenolepis nana, ascaris
lumbricoides (ascariasis), trichuris trichiura y tenia solium (solitaria) son
las más comunes en nuestro país.
Hay algunos
síntomas que pueden indicar que estás alojando alguna de estas formas de vida.
¡Aguas, pueden ser confundidos con facilidad con otros síndromes o
padecimientos!:
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Mal aliento
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Acidez estomacal confundido con gastritis
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Constipación alternada con diarreas repentinas
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Moco o sangre en las heces
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Falta de apetito
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Nauseas
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Vómito
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Gases y/o hinchazón
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Sensación de cansancio
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Dolor y distensión abdominal
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Picazón anal y en la nariz
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Picazón en la entrepierna (generalmente en la noche)
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Alteraciones de la piel
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Pérdida de peso
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Rechinido de los dientes durante las horas de sueño,
confundido con bruxismo
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Palidez en la piel
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Alteraciones broncopulmonares
No desparasitarse
constantemente puede tener consecuencias en el desarrollo de los niños y
adolescentes (crecer menos), tener bajo peso, dificultad para aprender y
concentrarse, así como ausencia de ánimo para jugar. En los adultos es evidente
la disminución de rendimiento laboral. En casos extremos se puede desarrollar
anemia, colitis ulcerosa, úlcera péptica, hipoglucemia, diabetes, ansiedad,
depresión, alergias alimentarias, artritis, desórdenes alimenticios e inclusive la muerte.
Los parásitos
intestinales son enemigos que se ocultan durante mucho tiempo, hasta que se
vuelven letales. Se pueden transmitir por diversos factores con mucha
facilidad. Están en todas partes, inclusive en el aire que respiramos y muchas
veces provienen de heces fecales en el agua y alimentos que consumimos.
Un factor de
riesgo importante son los puestos de comida ambulantes, pues al estar expuestos
al medio ambiente (entre ellos partículas de los desechos de perros y el polvo
que levantan los autos) con facilidad alojan a estos parásitos. Si a esto le
sumamos una higiene cuestionable de quien prepara los alimentos como no lavarse
las manos después de ir al baño y antes de prepararlos, así como manejar dinero
sin la protección de una bolsa o guante.
Es recomendable
tener medidas higiénicas como desinfectar frutas y verduras, lavarse las manos
constantemente, cepillar las uñas y evitar morderlas, beber agua hervida o
desinfectada, evitar alimentos callejeros, evitar comer carne mal cocida
(especialmente cerdo), desparasitar a las mascotas, lavar ropa interior,
colchas y sábanas con agua caliente y utilizar algún tipo de protección al realizar
prácticas sexuales oral-anales.
El consumo de ajo,
anís, ajenjo, menta rizada, nueces de nogal negro, entre otros, ayuda a
mantener y fortalecer los sistemas del cuerpo, disminuyendo la proliferación de
parásitos.
De ahora en
adelante, cuando veas que la señora de las quesadillas toma el dinero con la
mano que cocina, piénsalo dos veces antes de comer lo que tan cariñosamente te
preparó.
Nota: Las presentes imágenes se obtuvieron de la red. Si el autor de
algunas de éstas fotografías está en desacuerdo con el uso que provee en el
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